miércoles, 30 de abril de 2008

No dejes de soñar

Una diminuta semilla tiene todos los motivos para sentirse desconsolada. Cae en la tierra sin posibilidad de ir a ninguna parte. Es pisoteada, se moja y siente frío, es enterrada.
Y sin embargo, a pesar de todo eso, hace lo que puede. Manda al exterior pequeños y endebles tallos, hacia la cálida luz del sol. No puede moverse para buscar alimento, así que toma lo que puede allí donde se encuentra, y optimiza su uso. Envía raíces dentro del suelo para agrandarse a sí misma.
Creciendo apenas un poquito cada día, se convierte en un almácigo y luego, en un pequeño tronco. El viento sopla, llegan las sequías, las estaciones cambian, y a través de todo eso el joven árbol persevera. Hace lo que puede allí donde está. Y con el tiempo, se convierte en todo un logro. Se convierte en un árbol alto, robusto y hermoso, produciendo más semillas que, con el tiempo, crearán todo un bosque.
Aunque la diminuta y desconsolada semilla pueda parecer insignificante, no lo es. Hace lo que debe hacer, lo que puede hacer, y manifiesta sus enormes posibilidades.
Cuando estés tentado de sentirte desconsolado, piensa en la semilla. Ella es muchísimo menos capaz, muchísimo menos flexible y tiene muchísimos menos recursos que tú. Y sin embargo, persevera hasta convertirse en una magnífica creación. Siempre habrá esperanza para quien tenga el coraje de aceptarla.

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